Tomi Lebrero construyó este disco como homenaje a Ricardo Vilca, el Maestro de la Quebrada, como se lo conocía. Un trabajo conceptual que incluye, como regalo final, unos tracks con la participación de Vilca en unas grabaciones hechas en 2006 en Jujuy. El álbum, soñado hace tiempo, se terminó cocinando a fuego lento durante la pandemia, y llega ahora a nuestros oídos como un portento de otra época: 16 temas que pintan un retrato de Vilca por su discípulo Tomi.